jueves, 2 de diciembre de 2010

EL PRIMER DIA EN LA UNIVERSIDAD. Hoy no somos tan niños como ayer.









Eran las 4 cuatro de la mañana y ya era la hora de levantarme porque sería el primer día de clase en la universidad que me forjaría al futuro, la Universidad Francisco de Paula Santander.



Al mismo tiempo en que fui levantado por un pequeño y tormentoso reloj que con el Cu-Cu de una chica gallina que salía y entraba empezaba a resonar en mi cabeza, tambien mi madre empezaba a prepararme lo que sería mi desayuno. Desperté con angustia de lo que sería mi primer día en un lugar que hasta ese mismo instante era totalmente desconocido para mí y para muchas personas que ingresarían a la Universidad y que pienso yo, tenían los mismos nervios y la misma angustia. A las 4.30 de la mañana, estaba preparándome para tomar el desayuno que mi madre me había preparado con la idea de que saliera de la casa lleno y mi día empezara con energía para ser un buen estudiante. Palabras de madre.
Yo recuerdo que cuando estaba en el colegio, muchos de mis compañeros de clase siempre tenían la ilusión de ser universitario y poder dejar a un lado ese uniforme que cada dia nos colocábamos para mostrar el colegio del que veníamos y que incluso, en ocasiones, nos fastidiaba. ¿Quién no recuerda las visitas de universitarios a los colegios donde nos hablaban de aquel lugar que nos hacía sentir un poco más grande?¿quién no recuerda la incertidumbre que se sentía de no saber qué carrera escoger?.
Siendo las 4.40am me dirigía a tomar un baño, pero antes, ya le había enviado un mensaje a un amigo para que supiera que a las 5.30am estaría en la casa de él para no llegar solo a la Universidad. Mientras tomaba el baño pensaba en la llegada al lugar, en los compañeros nuevos, en que de pronto me mirarían algo mal por ser un pequeño de 17 años de edad y que tal vez sería objeto de burlas.
Antes de salir de casa mi madre me recalcaba lo que ya muchos me habían dicho, lo que mis tías y mis amigos cercanos me repetían a cada rato y me hacían sentir pánico. Era la famosa llamada “Primiparada”, esa palabra que los colegiales temían cuando se las nombraban y que nos hacia palpitar el corazón más rápido de lo normal, aunque sabían que tenía que afrontarlo al llegar a la Universidad.
Ya el reloj marcaba las 5.10am y tenía mucha incertidumbre, pues empecé a recordar que ese día no iban a estar los demás estudiantes, pues estaban en vacaciones, pero pensaba que se trataba de algún plan maléfico contra nosotros los “primíparos”.
Empecé a caminar y pronto llegue a la casa de mi amigo que según él me estaría esperando para llegar a la Universidad, ya eran las 5.30am y la casa de él se encontraba totalmente oscura, no había rastro de que estuvieran merodeando el lugar.
Me senté en el andén a esperar que saliera o escuchara pasos para poder tocar la puerta. El tiempo transcurría y ya se aproximaba mi inicio de clases, la clase era a las 6am y faltaban 5 minutos para su comienzo y nadie se asomaba de la casa de mi amigo. Me dije ¿Qué haré?, pero ¿cómo hago para llegar a clases si no sé los lugares de la Universidad? ¡No la conozco! Me sentí la persona más inútil del mundo al necesitar la ayuda de alguien para llegar a la Universidad.

Decidí caminar hacia la Universidad cuando eran ya las 6:08 minutos de la mañana, llegué, entré, miré, estaba casi vacía no veía a casi nadie y allí empezaron de nuevo los nervios. ¿Qué hago? ¿Para donde camino? Allí vi a un grupo de estudiantes todos muy chicos y algo nerviosos y empecé a merodear por allí donde ellos estaban, me preguntaron de ¿qué carrera era?, les dije, y resultó que ellos eran mis nuevos compañeros de salón, los nervios poco a poco fueron  descendiendo hasta sentirme un poco más seguro de mi mismo.
Recuerdo que esa mañana llego una profesora a donde estaba con mis compañeros y nos llevó a  mostrarnos la Universidad, sus alrededores y los nombres de los edificios para que nos los aprendiéramos. Parecíamos un grupo de turistas dentro de un museo. Nombraban mucho el edificio Fundadores, Semipesados, CREAD, Aula sur, Aulas generales, entre otros y nos decían: “en esos edificios ustedes tendrán que ver varias clases”.
A este personaje ya los nervios no estaban de su lado e incluso ya estaba más familiarizado con la universidad. Yo la veía tan grande, tan verde y fresca, que la asimilaba como un pequeño bosque donde iría a estudiar.
Ese día camine tanto por la universidad que siendo ya las 9am estaba completamente rendido. Algunos de mis compañeros que estaban igual que yo, mencionaron una cafetería que es muy popular en la Universidad Francisco de Paula Santander, es la llamada “Abanico”, en donde se reúnen muchos estudiantes después y antes de clase para comer algo o beber un refresco. Fuimos allí, y estuvimos conversando unos con otros por largo tiempo. Siendo ya las 11am todos los que estábamos ahí nos despedimos y yo empecé mi rumbo de nuevo para mi casa. Me sentía tan feliz, no porque no me hayan hecho la primiparada, si no porque, la había pasado muy bien y había conocido a los de mi clase.
Ya eran las 11.30am y llegaba a mi casa, mi madre sorprendida y con mirada de curiosidad me lazó la pregunta ¿Cómo le fue? ¿No le hicieron la primiparada?, le sonreí y le conté todo lo que habíamos hecho ese primer día de clases en donde al comienzo del día estaba con pánico de llegar a la inmensa Universidad Francisco de Paula Santander, pero al transcurrir la calurosa mañana, fue cuando supe que no tenia porque crear ficciones en mi cabeza y  me sentí mucho más calmado.
Pasó una semana y ya estaban los demás estudiantes de la Universidad. Algunos días me sentía observado por muchos, pero lo que más me advertían era que no rondara en grupos porque ahí sí sería objeto de burla. Cuando yo miraba al alrededor y veía  a muchas personas en grandes grupos caminando por la universidad y con caras de escolares pensaba que les harían algo malo.
Mi primer día en la Universidad Francisco de Paula Santander pensé que sería más tormentoso, pues siendo en esa época tan solo un pequeño que recién terminaba el colegio, me imaginaba que se sería objeto de burla o me harían algo, pues con los nervios y el pánico en que llegue a la universidad, no era más que solo reacciones normales del cuerpo humano.
Ahora sí, sin nervios y solo sintiendo respeto y orgullo, puedo decir que la Universidad Francisco de Paula Santander, me ha cobijado hace ya 3 años y ha hecho de mí una persona integral y con buenas bases de aprendizaje. Cabe resaltar algo supremamente importante y es que yo estoy en la mejor la Universidad de la ciudad, la Universidad Francisco de Paula Santander.   

3 comentarios:

  1. Hola, me pareció muy interesante lo que escribiste.

    Yo viví eso en enero de este año; los nervios me dominaban, no sabía ni para a donde coger, uno ya tiene como las no tan gratas experiencias de los primeros días en el colegio, y como dices "Lo que le cuentan a uno del primiparado".

    Pero ya entrando en confianza, viendo que hay cantidad de personas iguales a nosotros, con los mismos miedos o quizás traumas, la misma curiosidad e iguales espectativas, uno se da cuenta de que la universidad es una experiencia sin precedentes.

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  2. Hoy fue mi primer día de clases en la universidad (he estado antes en otra universidad, pero dejé esa carrera y empecé de nuevo en esta) Me sentí identificado con tu historia, pasé por momentos casi idénticos, a diferencia de que hoy solo me hice de un compañero, pero no importa cantidad, sino calidad. Me inspiraste a tener ideas para mi entrada del blog. Un saludo compañero, estés donde estés.

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